sábado, 3 de julio de 2010

El ultimo aliento

¿Tú qué opinas de la felicidad? ¿Qué es hermosa? ¿Es ése tu objetivo? ¿Es la base de todo lo bueno del mundo?...Yo opinaba así, yo tenía todo eso y más...Era el ser más feliz de la Tierra...Pero lo perdí todo y conocí la verdad, la cruel verdad: La felicidad es efímera, y hay que pagar por ella un precio muy caro. Un minuto de esta equivale a dos horas de sufrimiento intenso. Una hora a un día, un mes a un semestre, un bimestre a un año, un año a una época, una infancia... A el fin de tus días...

Nací en un pueblo de Bélgica, en mi familia no éramos ni ricos ni pobres, aunque entre nuestros conocidos, éramos los de más bienes económicos, pero éramos muy altruistas. Fui hijo único, y por consiguiente, muy consentido. Mi madre Enriqueta me mimaba mucho, y mi padre Pablo siempre me repetía lo orgulloso que estaba de mí, me decía:"¡¡Estoy orgulloso de ti!!", "Eres un gran hijo" o "Bien hecho Carlos".

A los 16 años conocí a la mujer que me haría verdadera mente feliz...Su nombre era Amelia y era dulce, sumisa, elegante y tenía un toque de timidez. Apenas la conocí me cautivó y un par de años después nos casamos...Ese fue el principio del fin...¡¡Maldigo mi suerte de haberla conocido!!

No tuvimos hijos, pues Amelia era estéril, además de que no adoptamos puesto que sus padres se oponían a ello y Amelia era demasiado obediente como para negarse, a pesar de mis súplicas. Por si no fuera poco, a Amelia le encontraron un tumor en el pulmón derecho y cada vez le costaba un poco más respirar y pese a esto yo también salí afectado: me volví cada vez más nervioso, melancólico y adopté una risa malévola que alejaba a toda la gente a excepción de mi Amelia; me volví alcohólico, solo así podía olvidar la agonía de que solo era cuestión de tiempo antes de que Amelia se fuera de este mundo y me dejara sólo con la agonía de vivir...

Un horrible día, esos tristes y amargos pensamientos me llevaron a cometer la equivocación más grande de toda mi vida:
Volvía del bar a mi casa muy tarde, ya que se me había pasado la hora pensando y bebiendo para dejar de pensar, lo sé, es una estúpida ironía, pero volvamos a lo importante, volví a mi casa, eran las 11:55 de la noche y Amelia estaba durmiendo. Entré en la habitación y la vi ahí... Mi mente se llenó de pensamientos horribles, tales como "Esto es un truco... ella sabe que va a morir y por eso se encariña conmigo, para que cuando muera me quede agonizando y se ría de mí desde el mas allá", "Se está burlando de mí", "en verdad ella me utiliza" y otras cosas entonces, mientras pensaba estas blasfemias contra ella, me acerqué a ella...
-¿Estas despierto a esta hora Carlos?-me preguntó adormilada- ¿Que sucede querido?, ¿Por qué tienes esa cara?
Eso último me descontroló, esa palabra, "querido", resonó hasta en el lugar más oscuro de toda mi mente... Me enfurecí, grité como un endemoniado y con violencia le apreté el cuello impidiendo que respirara, ella trataba inútilmente de evitarlo, mientras más fuerte la estrangulaba más cerca la acercaba a mi rostro para ver su dolor, miraba sus ojos verdes desesperados y sentía su cuello en mis manos, y... Cuando estaba muy cerca mío aflojé las manos y las volví a cerrar aun más fuerte para sentir su última respiración, su último aliento...

Cuando la vi muerta, tomé su cadáver y, haciendo un agujero en el piso debajo de mi cama, descuarticé el cadáver y lo metí en el agujero, lo cerré, puse tablas extras para que no saliera olor alguno a cadáver y salí de la casa, busqué algún lugar para dormir hasta mañana y me dormí. Dormí plácidamente hasta el amanecer donde, después de entrar a mi casa, llamé a la policía esta llegó y les dije que mi esposa había desaparecido, les dije que había dormido en una cabaña no muy lejos de aquí donde nadie vivía porque no quería despertarla ni que se agitara mucho, pero cuando volví ella ya no estaba.
Los policías me preguntaron si podían hacerme unas preguntas, y yo acepté, en el living me empezaron a preguntar cosas, y yo respondía con tranquilidad, hasta que...

Empecé a sentir una sensación extraña en las manos, como si estuviera tocando la piel de alguien... Un brazo, un rostro, una pierna...Un cuello. Luego empecé a ver ojos por doquier, unos ojos verdes bien abiertos, los reconocí de inmediato... ¡Eran los ojos de Amelia!...
Me empecé a desesperar, los policías que antes estaban tranquilos y me creían sincero, empezaron a sospechar y a extrañarse con mis miradas paranoicas. Mientras yo no paraba de ver esos ojos verdes tan hermosos, luego empecé a sentir una respiración en mi rostro, cada vez más fuerte... Me volví loco, empecé a reírme diabólicamente y una lagrima brotaba entre risa y risa, gritaba: ¡¡¡POR QUÉÉÉ TENIAS QUE IRTEEE, POR QUÉ TENÍAS QUE DEJARME EN ESTA TIERRA TAN ASQUEROSA, POR QUÉ TENIAS QUE HACERME PENSAR ESO, POR QUE TUBE QUE ESTRANGULARTE Y OCULTARTE BAJO EL PISO DE MI CAMA!!!! Gritaba mientras me convulsionaba y sentía su respiración en mi rostro, su último aliento

Bauhaus - She's in Parties